jueves, 11 de junio de 2009

Prosemas

CARTA PARA ECHAR AL OLVIDO

Cinco años y algunas ilusiones, algunos sueños inconclusos y otros por construir. Algunos amores pasajeros buscando ser tal vez el nido donde se arrulle la esperanza o la esperanza del nido donde se arrulle el ave estacionaria. El ansia de la búsqueda en ti apenas detenida, pero sobrevolando sin ganas de seguir, hasta la tumba. Y la necesidad de encontrar algo incomprobable, tal vez inexistente. La mano sobre la pluma queriendo definirte, mis labios sobre los tuyos queriendo retenerte y esa insatisfacción lógica de lo inconcluso, de lo inconsumado, pero sencillamente posible, insignificante para algunos.
Cinco años y más que los recuerdos, la esperanza. La persecución de lo ideal en ti truncada por lo real. La conclusión de que no existe el poema perfecto más que en tus imperfecciones de mujer, ni la ilusión fuera de este cuerpo sin definiciones ni músculos perfectamente labrados. Cierto, algunas incompatibilidades, de formas de vidas, de hábitos, de preferencias y de gustos, pero al fin y al cabo son cinco años para mí ¡ no sé para ti! No sé si tu búsqueda termina en mí, pero yo quiero que la mía siga buscándote con la misma intensidad de lo perdido y no tenga que dejarte para buscar otras búsquedas.
Cinco años, no sé si en serio, pero, aunque sea, son los mismos cinco años que fueran ciertos. Y aquí estás, a mi lado, no sé si bien, pero es al mío, y eso es lo que de cualquier forma yo quería y no sé si también tú lo querías. Algunos cuantos resentimientos que sirven de condimento y otros tantos desacuerdos que nos hacen felizmente diferentes y vivir un poco bien o mal, pero juntos. Algunas cuantas cosas que quisieras cambiarme y otras que yo quisiera cambiarte, pero que intercambiamos con cierto malestar parecido al de las ostras.
Cinco años, suficientes para conocernos, pero nos descubrimos cada día con la misma ansiedad a lo desconocido del primer momento. Yo creo que cinco años nos han bastado, más que para conocernos para desconocernos. Y me puedo jactar más que ningún hombre de no conocerte y descubrirte diferente, impredecible, cada día. Cinco años de asesinar nuestro amor cada tarde para darle primeros auxilios por las mañanas y así mantenerlo renovado con la muerte. Cinco años de negarnos y de renegarnos ante otros, pero de afirmarnos y confirmarnos en nuestras soledades. Cinco años de ser lo que somos y no lo que hubiéramos querido ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario