miércoles, 4 de noviembre de 2009

jueves, 11 de junio de 2009

Prosemas

CARTA PARA ECHAR AL OLVIDO

Cinco años y algunas ilusiones, algunos sueños inconclusos y otros por construir. Algunos amores pasajeros buscando ser tal vez el nido donde se arrulle la esperanza o la esperanza del nido donde se arrulle el ave estacionaria. El ansia de la búsqueda en ti apenas detenida, pero sobrevolando sin ganas de seguir, hasta la tumba. Y la necesidad de encontrar algo incomprobable, tal vez inexistente. La mano sobre la pluma queriendo definirte, mis labios sobre los tuyos queriendo retenerte y esa insatisfacción lógica de lo inconcluso, de lo inconsumado, pero sencillamente posible, insignificante para algunos.
Cinco años y más que los recuerdos, la esperanza. La persecución de lo ideal en ti truncada por lo real. La conclusión de que no existe el poema perfecto más que en tus imperfecciones de mujer, ni la ilusión fuera de este cuerpo sin definiciones ni músculos perfectamente labrados. Cierto, algunas incompatibilidades, de formas de vidas, de hábitos, de preferencias y de gustos, pero al fin y al cabo son cinco años para mí ¡ no sé para ti! No sé si tu búsqueda termina en mí, pero yo quiero que la mía siga buscándote con la misma intensidad de lo perdido y no tenga que dejarte para buscar otras búsquedas.
Cinco años, no sé si en serio, pero, aunque sea, son los mismos cinco años que fueran ciertos. Y aquí estás, a mi lado, no sé si bien, pero es al mío, y eso es lo que de cualquier forma yo quería y no sé si también tú lo querías. Algunos cuantos resentimientos que sirven de condimento y otros tantos desacuerdos que nos hacen felizmente diferentes y vivir un poco bien o mal, pero juntos. Algunas cuantas cosas que quisieras cambiarme y otras que yo quisiera cambiarte, pero que intercambiamos con cierto malestar parecido al de las ostras.
Cinco años, suficientes para conocernos, pero nos descubrimos cada día con la misma ansiedad a lo desconocido del primer momento. Yo creo que cinco años nos han bastado, más que para conocernos para desconocernos. Y me puedo jactar más que ningún hombre de no conocerte y descubrirte diferente, impredecible, cada día. Cinco años de asesinar nuestro amor cada tarde para darle primeros auxilios por las mañanas y así mantenerlo renovado con la muerte. Cinco años de negarnos y de renegarnos ante otros, pero de afirmarnos y confirmarnos en nuestras soledades. Cinco años de ser lo que somos y no lo que hubiéramos querido ser.

Poesía contra la tos


31- 10- 09

Instante


Somos hoy sin un pasado,
un ahora sin después.

Un retrato en la pared
sin la prisa de un volver.

Un cariño sin memorias,
un amor sin proyecciones.

Como el átomo de arena
que se niega a descender.

Somos cuerpos fusionados
sin la urgencia de un final.

Sin el miedo de haber sido,
sin la angustia de un seré.

Somos hoy sin un mañana,
un ahora sin ayer.

Javier González Serrano


Trazos

Algo extrañarás de mí, no mucho, pero algo extrañarás,

puede que una sonrisa, quizá alguna mirada, el tono de mi voz.

Tal vez no te percates si sientes un vacío,

algo que te haga falta, algo que te incomode,

quizás el loco tintineo de los trastes en tu cocina

o mis pasos de pingüino perdido una tarde en el mercado.

Tal vez no mi figura ni mi carne en tu carne,

quizá no mis caricias ni mi boca en tu boca,

puede que esos recuerdos confundas con los de otros,

quizás en tu memoria no encuentres mis sensaciones.

Borrarás la tormenta si acaso para ti hubo tormentas

y guardarás la bonanza junto al lago sereno de mis ojos.

Recordarás mis manos por lo que repararon

mas no por el choque con tu cuerpo sediento.

Alguno de mis versos se te vendrá a los labios

cuando ebria de ternura susurres algún oído.

Sé que no fui para ti de esos grandes amores que irrumpen

como el rayo en la noche, como el magma en la roca,

pero puede que una sonrisa se marchite en tu cara

si recuerdas alguno de mis chistes de ingenio retardado.

Si no se crispa tu piel al pensar en mis noches

percibirás el roce de mis dedos con el viento en tu pelo.

Algo de mis palabras como un trazo indeleble se adherirá a ti:

El título de algún libro o la escena de una extraña película.

Algo extrañarás de mí, como cuando extrañabas algo de otro a mi lado.

Javier Eleazar González Serrano

Diriamba 08 de noviembre de 2009



¿Tú también, hijo mío?

Mañana, hijo mío, tú serás bien distinto.
Se marchará tu angustia por la puerta del Frente ($andinista),
que han de cerrar, hermética, las garras de hombres
lobos.

Gozará el militante sobre la tierra Suya,
extorsionada al campesino
con la ayuda de unos jueces lacayos y corruptos.
Y serán tus prostitutas las hijas del obrero
y las del campesino
compradas a tus socios de “casas de masajes”.

¿Qué sabrás de las lágrimas del hogar proletario?

Tú reirás contento con tu risa de conejo burlón
despreciando arrogante las miserias ajenas
de los hogares paupérrimos.

Mañana hijo mío, ya no comerás gallopinto
ni beberás pinol simple, como las proles, que viven
con menos de dos dólares diarios.
Pasearás en tu camionetota con tus escoltas al brinco,
sin voltear a ver a los niños de los semáforos,
que ése no es problema tuyo.

Carcomerá el servilismo tus años juveniles
como no carcomió los míos.
Morirás en el lujo
usurpado a los burgueses criollos
despreciando a los parias
que tanto defendí,
mañana hijo mío, me serás muy distinto.

Jael Serrato



Derrumbe

Angustia de no tenerte a ti,

nostalgia de no escuchar tu voz.

Es el tiempo sin retorno de la angustia,

el azul gravita sobre polvo almagre

y el verde gime bajo negro fango

al contacto llagado de unos dedos.

Al borde de un horizonte agobiado,

alumbrado por huesos encendidos,

un amargor derrumba unas papilas.

Ha caído la noche en pedazos

hasta el fondo aterciopelado de la angustia.

Las astillas afiladas de sus sombras

se hunden en las dunas insomnes de una almohada

extinguiendo de tajo los aromas.

Un haz que se agranda como un sol patógeno

desciende a una yerma pupila hasta abatirla.

Los silencios astrales de mil mundos

han tomado por asalto un par de tímpanos.

Hasta el muro frontera de la nada,

a tientas he venido a traerte este lamento,

que es la esencia prolongada de mi olvido.

(Total abandono)

Managua 2 de la madrugada 19 de enero 2009 frente al perlín de algún techo.



Trasmigración

Huye el impío

sin que nadie lo persiga

Salmo

He emigrado de ti hasta morir atascado

en el barro extraño de otro cuerpo.

No sé por qué huir de un espacio tan deseado,

pero una fuerza sin lógica me impulsa.

Fuimos seres que la noche hostigó inmisericorde,

extraviados como ciegos

un domingo en la algarabía de un mercado.

Regateé hasta el último céntimo de tu ternura,

la náusea puso límite a la inversa subasta,

¿quién da menos por ti?

Mutilado el cerrojo inexistente que imaginé en tu cuerpo,

sólo ante mis párpados incrédulos,

cayeron las murallas de Jericó

al contacto de otro cuerno encantado.

El rincón imantado de cualquier

antro oscuro nos atrajo,

Dios nos crea y nosotros nos juntamos

en los lugares menos propicios.

Sospeché que cargabas el peso una historia,

de carne anhelante y resacas mal curadas,

de intoxicaciones nocturnas

asoleadas en tibios amaneceres.

Y fuimos así seres opacos asediados por las sombras,

agazapados bajo la luz

con ojos perdidos de animal noctámbulo,

tú llevada y yo dejándome arrastrar a la penumbra.

Y tuve miedo de mí más que de ti

al mirar tu impulso en mis impulsos,

mi impudicia en tu recato

y mis verdades en tus negaciones.

Una y mil veces juramos un mañana diferente,

pero luego, noches exactas de luces tenues,

neblina artificial y otras sábanas,

buscando identidad en el tacto de una piel desconocida,

y el sollozo apagado por altos decibeles.

Por eso emigro de ti ante mil dudas corrosivas

a sabiendas que el emigra también huye de sí mismo.

Javier González Serrano

28-01-08

viernes, 29 de mayo de 2009

Poesía ajena

Miedo de perderte


Hubo tantas cosas que debí haberte dicho,

pero en ese momento sólo había un vacío.

Y tu voz delirante me parecía falsa,

desafiante el silencio y el temor infinito.


Me perdí en la locura del deseo maldito de

creerme un momento el amor de tu vida.

Y tus manos delgadas de pronto se volvieron

mariposas revoloteado en el jardín de mis sueños.


Es el tiempo el enemigo invencible,

aliado del olvido, hermano de la muerte;

que tortura en las noches

y en las tardes que llueve.

Que te insulta de pronto cuando menos lo esperas

que parece decirte ¡ese instante no vuelve!


Si pudiera volver,

si detuviera un segundo su marcha inexorable

para decirte que es así como me siento,

decirte: “no te vayas”

decirte: “yo te quiero”.


Claudia González Soto