Hubo tantas cosas que debí haberte dicho,
pero en ese momento sólo había un vacío.
Y tu voz delirante me parecía falsa,
desafiante el silencio y el temor infinito.
Me perdí en la locura del deseo maldito de
creerme un momento el amor de tu vida.
Y tus manos delgadas de pronto se volvieron
mariposas revoloteado en el jardín de mis sueños.
Es el tiempo el enemigo invencible,
aliado del olvido, hermano de la muerte;
que tortura en las noches
y en las tardes que llueve.
Que te insulta de pronto cuando menos lo esperas
que parece decirte ¡ese instante no vuelve!
Si pudiera volver,
si detuviera un segundo su marcha inexorable
para decirte que es así como me siento,
decirte: “no te vayas”
decirte: “yo te quiero”.
Claudia González Soto